The Sibarist

Entrevista a Boa Mistura

Una charla con Javier Serrano de Boa Mistura, colectivo de artistas surgido del graffiti que lleva décadas creando murales en más de 40 países para generar cambios en el tejido territorial y social.

Javier Serrano en El Invernadero

Este colectivo de artistas que bebieron del graffiti y llenaron de frases el asfalto de Madrid –Te comeré a versos fue uno de ellos–, llevan desde finales de 2001 creando piezas murales. Ponen su leit motiv de la ‘buena mezcla’ en espacios públicos de más de 40 países del mundo colaborando con organizaciones gubernamentales para poner el foco en lo social, como la ONU, Amnistía Internacional, Greenpeace, Cear, Acción contra el Hambre y Cruz Roja. Con sus creaciones, han participado en citas destacadas como la Bienal Iberoamericana de Diseño, en la Bienal de Dakar, la Bienal de La Habana, la Trienal de Diseño de Milán y en la feria ArcoMadrid. Además de exponer en su galería de cabecera, la madrileña Ponce+Robles, han expuesto sus obras en el Museo MAXXI de Roma, en el CAC Málaga y en el Museum ALT1 de Seúl, entre otros. Alemania, Manila y Serbia son los lugares donde están proyectando realizar sus siguientes trabajos. Como ellos defienden, los murales generan un relato en el territorio. Su trabajo creativo va un paso más allá. Empezaron con la quimera de transformar el mundo, sobre todo en las periferias de las ciudades, y lo vivían con cierta presión, ahora se lo toman de forma más sosegada. Aquí, Javier Serrano nos desgrana su trayectoria de 25 años como Boa Mistura. 

Pablo Ferreiro, Javier Serrano, Pablo Purón y Juan Jaume. Madrid, 2021. (Foto: Carlos Alba).

Para quienes no os conozcan, ¿qué es Boa Mistura?

Un grupo de amigos. Nos conocimos en nuestro barrio, la Alameda de Osuna, pintando graffiti a finales de los 90 y, en 2001, decidimos darle un nombre a esa amistad: Boa Mistura. En 2010, después de terminar nuestras carreras universitarias creamos el estudio, formado por los licenciados en Bellas Artes Pablo Ferreiro y Juan Jaume, el artista plástico Rubén Martín de Lucas, el ilustrador Pablo Purón y el arquitecto Javier Serrano. En la actualidad estamos en activo los Pablos y yo (Javier), junto a un equipazo formado por Javier Ballesteros, Jorge Muñoz, Camila Dorado y Jaime Pérez Lorenzo. 

‘Beleza’ Luz nas vielas, São Paulo, Brasil, 2012.

¿Cómo fueron los inicios?

En noviembre de 2009, estuvimos visitando a Juan en Berlín, que estaba terminando Bellas Artes en la Universität der Kunste. Allí estuvimos pintando a diario durante varias semanas y, como parte de esa convivencia creamos una pieza frente al Muro de Berlín, con motivo del 20 aniversario de la caída del muro, llamada “Die Umarmung” (El Abrazo). Ese fue el momento clave que marcó el inicio de nuestra trayectoria. Todos coincidimos en que queríamos vivir así y dos meses después, en enero de 2010, alquilamos una antigua jamonería en el barrio de Conde Duque de Madrid. Un pequeño espacio donde nos juntábamos a diario. Y desde entonces, no hemos dejado de hacerlo.

¿Cómo analizáis vuestra evolución a lo largo de estas dos décadas desde vuestra fundación en 2001?

Como todos los graffiteros, empezamos de manera espontánea. El graffiti era nuestra forma de expresión, de autoafirmarnos, de sentir que formabas parte de un colectivo mayor que tiene sus propios códigos. Eso nos motivó de manera individual, pero con el tiempo, esa motivación nos unió como grupo y comenzamos a dejar de lado nuestros egos individuales para trabajar de manera colectiva. Empezamos a crear piezas que buscaban generar diálogos entre nosotros, una forma de relacionarnos que hemos mantenido hasta hoy.

En 2011, realizamos una residencia artística en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), una experiencia que nos marcó profundamente. Allí comprendimos la importancia de trabajar en el espacio público y la necesidad de ser respetuosos al intervenir en él. Fue un cambio clave en nuestra forma de pensar. A partir de ese momento, comenzamos a trabajar de manera participativa. Fueron las primeras veces que involucramos a otras personas en la creación de un mural y fue revelador. Vimos cómo la pintura no solo transformaba los lugares, sino también la percepción de la comunidad que vivía allí, al sentirse parte del proceso.

Nierika, Guadalajara, México, 2017.

Lo más impactante que habéis vivido?

Hay un proyecto que es muy poco conocido, situado en una comunidad afrodescendiente en el Pacífico colombiano: La Playita, en Buenaventura. Un lugar marcado por la violencia, donde narcotraficantes y paramilitares se disputan el control del Puerto y, por tanto de gran parte de la riqueza del país. A través de la Fundación Sueño Pacífico, logramos acceder al primer espacio pacificado de la ciudad, un lugar en el que, anteriormente, había ‘casas de pique’, una metodología utilizada por los grupos armados para sembrar el pánico entre el vecindario que consistía en escoger una casa al azar y asesinar allí mismo a las personas que vivían. Así tomaban el control del territorio. Era un sitio con mucha carga simbólica y una gran energía, pues era la primera comunidad que, organizada, había logrado expulsar a los violentos.

Al trabajar allí, nos sorprendió los espectaculares peinados de las mujeres y niñas. Uno de los primeros días, unos vecinos nos invitaron a comer y les preguntamos sobre los peinados. Fue entonces cuando nos contaron que esos peinados tenían un origen histórico relacionado con la huida durante la esclavitud. En aquellos tiempos, las mujeres tejían su cabello con rutas de escape para llegar a los palenques, los lugares de libertad. Así, a través del gesto de peinar, podían escaparse.

Nos fascinó la manera en que usaban el cabello como medio de comunicación encriptado y decidimos trabajar con la forma de los peinados, para rescatar esos conceptos y plasmarlos en las fachadas de las casas. Creamos dinámicas para representar gráficamente lo que querían expresar, usando trenzas y chaquiras (bolitas) de colores. Las familias de las casas que pintamos participaron en el proceso: escogíamos un concepto, hacíamos el peinado, lo pintábamos, y luego tomábamos una fotografía. Fue de las experiencias más heavies y más bonitas que recuerdo. 

Peinados de libertad, Buenaventura, Colombia, 2016.

Siempre buscáis la participación del público…

Sí, no se trata sólo de llegar a un lugar y dejar nuestra obra. Nosotros trabajamos en lugares específicos, físicamente anclados a un sitio. No podemos simplemente llevarnos una pieza de un lugar a otro. Creemos que debemos responder a ese contexto. Es algo que hemos aprendido a lo largo de los años a base de equivocarnos porque ha habido veces que hemos llegado a sitios con una obra que creíamos maravillosa, conceptualizada previamente en nuestro estudio en Madrid y, una vez allí, nos dábamos cuenta de que ni tenía sentido ni conectaba con ese espacio y, por tanto, no servía.

Así que, para nosotros, la mejor manera de conectar es entendiendo el lugar a través de su gente. Por eso pasamos tiempo viviendo en esos barrios, para encontrar una línea conceptual que esté en sintonía con lo que nos transmiten los habitantes. Creamos dinámicas con los vecinos, planteamos preguntas y actividades para extraer información del lugar. De esta manera, co-diseñamos con ellos, teniendo en cuenta sus aspiraciones, sus anhelos, sus expectativas y opiniones. Luego, tomamos todo eso y lo procesamos a través de nuestro lenguaje plástico.

Así, los murales que creamos se incorporan de una forma más sencilla al imaginario colectivo, porque nacen de ahí. En la medida de lo posible, invitamos a los habitantes a participar también en la elaboración del mural, lo que añade un componente lúdico y físico al proceso. Cuando alguien pone su esfuerzo, su tiempo y su energía en una obra, se siente orgulloso de lo que ha creado.

Ubuntu, 36 Lugares Del Mundo, 2023.

Habéis vivido en los últimos años un mayor acercamiento al mundo del arte, ¿por qué?

La pandemia impactó en muchos aspectos de nuestra vida. Tuvimos que enfrentarnos a la cancelación de casi toda nuestra agenda para 2020 y, por tanto, a no saber si podríamos continuar haciendo lo que siempre habíamos hecho. Nuestros proyectos implican espacio público y no se podía salir; participación de personas, y no podíamos reunirnos; y viajes, y no se podía viajar. Sólo hasta después del verano pudimos recuperar un par de compromisos: una residencia artística en el Centrequatre de París y una pieza en Berlín con el Bauhaus Archiv. Durante los meses que estuvimos encerrados en nuestro estudio comenzamos a investigar con piezas en soporte móvil. Esto nos permitió volver a dialogar entre nosotros de una forma más íntima, sin depender de pactos con externos como en el espacio público.

Así es como hemos empezado a crear piezas que pueden coleccionarse y a despertar el interés de galerías que nos propusieron exponer esas obras. 

Y cuando todo se reactivó, decidimos seguir con esa línea de investigación, conceptualizando proyectos híbridos, que integraran espacio público y espacio expositivo. Así han nacido Ubuntu, Re-Vs (Reversus) y Re-Act (Reaction) donde el rol del coleccionista es fundamental en la definición del proyecto. Todos estos trabajos han sido desarrollados con Ponce + Robles, nuestra galería madre. 

Por ejemplo Ubuntu, que toma como partida el concepto ancestral acuñado por los Xhosa sudafricanos, en el que sólo se entiende nuestra individualidad como parte de un colectivo mayor: “Yo soy porque entre todos somos”. Por eso el proyecto nace de una obra dividida en 36 partes, donde cada coleccionista podía adquirir un único cuadrante que luego se pintaría en algún lugar del mundo. Además del fragmento adquirido, al final del proyecto recibirían una foto de cómo quedaba esa parte de la obra en otro contexto público. De este modo el coleccionista se convertía en mecenas de una obra de arte público. Actos individuales que se suman para crear algo más grande. Este proyecto fue premio OFF de PhotoEspaña 2023.

Re-Act, Miami, Estados Unidos, 2024.

Lo último, en Miami, ¿en qué ha consistido?

Re-Act es un proyecto que reflexiona sobre lo efímero, lo fugaz de nuestro trabajo. 

Pintamos un mural en el exterior de The Laundromat Art Space y exhibimos en el interior el mismo mural pero en soporte móvil, divido en 30 partes. Durante la Semana del Arte de Miami se podían adquirir esos fragmentos. Cada parte adquirida era un cuadrante ‘salvado’ del mural, los fragmentos no adquiridos se borraron el 7 de diciembre durante tres horas, resultando así un nuevo mural. Todo ello retransmitido en streaming para poder verlo a tiempo real.

Estos procesos nos resultan muy interesantes porque los murales resultantes son nuevos para nosotros.

El proyecto lo hicimos con el Dorcam (Doral Contemporary Art Museum), Ponce + Robles y The Laundromat Art Space, y pudimos producirlo gracias a una ayuda del Ministerio de Cultura.

Vuestra obra es efímera por naturaleza y está condicionada por el paso del tiempo, ¿cómo os enfrentáis a esto y cuál es vuestra filosofía de trabajo?

Es algo que forma parte de nuestro trabajo, desde el inicio, cuando pintábamos graffiti. Había piezas que pintábamos por la noche que cuando volvíamos a fototgrafiarlas uno o dos días después ya no estaban. O si no, es el tiempo el que condiciona la duración. 

Por tanto sentimos que la desaparición es algo natural y, para nosotros, es liberador porque no convivimos con la presión de que algo perdure. No tenemos ninguna intención de que nuestros actos permanezcan indefinidamente. De hecho, como hemos comentado en el caso de Miami, incluso trabajamos con esa duración como parte conceptual de la obra.

Estos últimos años nos hemos enfrentado a una nueva situación, que es la petición de restauración de obras que han cumplido su ciclo de años. Por ejemplo en Akron (Ohio), propusimos crear una nueva pieza y la respuesta fue que querían conservar la que hicimos años atrás. Es extraño, pero en cierto modo halagador, porque quiere decir que la comunidad ha hecho suyo el mural y no quiere perderlo. Por eso volvimos a repintarlo.

Roots of Rubber, Akron, Ohio, Estados Unidos, 2018.

¿Cómo es el proceso de trabajo cuando no sois vosotros quienes elegís el lugar para intervenir, y vuestro objetivo es transformar la sociedad y generar reflexiones?

Intentamos hacer una visita previa al lugar para ver si tiene o no sentido la obra y para ver el contexto. Después de esa visita, decidimos en qué área intervenir y preparamos el proyecto ad hoc para ese lugar.

No siempre se puede hacer porque depende de los recursos que tenga el proyecto, pero cuando trabajamos con concejalías de cultura o urbanismo, o con fundaciones, entienden que es la mejor manera de empezar a crear un proceso, que tenga sentido.

En Guadalajara (México), por ejemplo, hicimos una visita de una semana yendo a las unidades habitacionales de las comunidades periféricas de toda la ciudad. Así, junto a la Concejalía de Cultura, valoramos en cuál de ellas tendría más sentido y por qué, y definimos conjuntamente el proceso de trabajo. Así, una vez estábamos de vuelta en el estudio, pudimos preparar el proyecto específicamente para ese lugar y activar la participación de la comunidad meses antes de empezar a pintar.

¿Cuál es el objetivo de vuestra obra en cuanto a la transformación social, y cómo ha evolucionado ese enfoque a lo largo del tiempo?

Desde el principio, nuestro objetivo ha sido provocar reflexiones en el espectador a través de nuestras obras. En algún momento hemos sentido una presión autoimpuesta de intentar transformar a gran escala, pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que, al final, lo que hacemos son murales, que pueden inspirar a las personas o no. Y, además, hacerlo de forma diferente dependiendo de la percepción de quien lo vea, pero lo importante es que puede actuar como un vehículo de transmisión, una flecha que puede atravesar y conectar a las personas. Pequeñas acciones pueden generar grandes cambios.

Con el tiempo, nuestra perspectiva ha cambiado y, aunque seguimos considerando el arte como un agente transformador, somos conscientes de lo limitado del alcance. 

Nos están apagando, Cañada Real Galiana, Madrid, España, 2021.

¿Hay algún proyecto en el que estéis más vinculados y que se extienda en el tiempo?

Tenemos una fuerte vinculación con la Cañada Real, desde hace varios años. En 2018, hicimos un proyecto llamado El Alma no tiene color. En las navidades de 2020, pedimos a cada persona afectada por el corte de luz que nos diera una vela. En total, reunimos 4.000 velas y las ordenamos en el suelo formando una frase de 115 metros de largo, que decía ‘NOS ESTÁN APAGANDO’. Este acto simbólico se realizó la noche del 5 de enero y representaba la lucha de 4.000 personas por un derecho básico fundamental. Al año siguiente, hicimos guirnaldas de Navidad con luces solares, algunas de las cuales aún permanecen en la Cañada, con los textos ‘Seguimos a oscuras’, ‘Seguimos luchando’, ‘Queremos contratos’ y ‘Luz para Cañada’.

Seguimos Luchando, Cañada Real Galiana, Madrid, España, 2022.

¿Habéis trabajado alguna vez en tres dimensiones?

Tímidamente, pero es algo que nos atrae mucho. Colaboramos mucho con Sophie Aguilera, una gran amiga y maravillosa escultora cerámica. Juntos creamos una serie de 40 piezas de cerámica en forma de corazones anatómicos que, partiendo de un molde común, tenían vegetación y flores diferentes, haciendo así que cada pieza fuera única. Esta experiencia fue increíble y aunque hemos intentado llevar la cerámica al espacio público, las becas a las que hemos aplicado no nos han permitido materializar esos proyectos. Lo seguiremos intentando.

¿Qué otro proyecto destacable habéis hecho en colaboración con Sophie Aguilera?

Nos ayudó con el disco de Leiva titulado Cuando te muerdes el labio. La idea era diseñar una caja de porcelana que contenía el CD y el libreto, sellada al vacío. La elección del material cerámico de alguna manera definía el alma del disco. La propuesta era poner al oyente ante la decisión de romper o no romper. Pero si quería escuchar el CD, debía romper la cerámica, simbolizando el proceso de ruptura y reconstrucción personal. La pieza reflexionaba sobre el duelo y las fases de superarlo, con la idea de que los restos de la caja se acopiasen tras romperla. Lo que nos daba tantas portadas diferentes como roturas. 

Lo que sí habéis hecho es obra gráfica, ¿no?

Sí, vendemos obra gráfica a través de distintas galerías (Ponce+Robles, Gunter Gallery y Adda Gallery) así como en nuestra propia página web. Es una forma de que la gente que nos sigue nos pueda apoyar para continuar haciendo proyectos. 

¿Qué porcentaje de vuestros trabajos se han realizado en España y cuáles fuera?

Al cincuenta por ciento. Nuestra base es Madrid, por lo tanto en España es donde realizamos una gran parte de nuestro trabajo, incluyendo piezas murales más pequeñas o proyectos impulsados por nuestra fundación. Actualmente, estamos trabajando en un proyecto con la escuela de San Ildefonso, en la Plaza de la Paja de Madrid, para renovar el patio del colegio con los alumnos. Esta semana hemos estado realizando dinámicas con todos los cursos del colegio y ahora estamos recopilando ideas para formular dos proyectos que luego serán votados por la comunidad educativa, antes de ser ejecutados. 

My Home, Mi Hogar, Miami Beach, Estados Unidos, 2023.

Vuestros proyectos están diseminados casi por todos los continentes…

Sí, tenemos la suerte de poder conocer muchos lugares y muchas culturas que nos enriquecen como personas y como artistas. Casi toda Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, África y algunos lugares de Asia como India, China, Filipinas y Tailandia, pero aún no hemos estado en Japón, aunque nos encantaría. 

Tiene sentido que nuestros proyectos estén diseminados por muchas ciudades por la escala que tienen. Si se concentrasen sólo en un lugar, lo saturaríamos.

¿Un sueño que os gustaría ver cumplido?

Que sigamos haciendo lo que más nos gusta porque significaría que continuaremos pintando, conociendo lugares y personas, y, por lo tanto, siendo felices.

¿En qué proyectos estáis trabajando actualmente?

Estamos trabajando en una pieza muy interesante en una presa en Alemania, en la región de Westfalia, en la que llevamos trabajando dos años y que ejecutaremos en julio. También estamos con un proyecto en París que haremos para junio y otro en Querétaro (México), en un penal juvenil. En septiembre, estaremos en Santander, interviniendo unos silos, y tenemos planes de viajar a Manila y Belgrado hacia finales de año.

My Home, Mi Hogar, Miami Beach, Estados Unidos, 2023.

¿Cuál es el proyecto que habéis hecho por sus dimensiones?

El edificio Aurora en Heerlen (Países Bajos) fue un proceso de trabajo de más de dos años que culminó con una obra de 18.000 m2 que ocupaba toda una manzana de la ciudad. Fue un proyecto comunitario que incluyó formación para personas en situación de desempleo, lo que nos permitió involucrar a la comunidad local y capacitar a personas sin trabajo. La ejecución mural duró cuatro meses. Fue largo pero muy reconfortante.

Beatriz Fabián, Javier Serrano y Silvia Hengstenberg en El Invernadero

Redacción: Beatriz Fabián

Beatriz es periodista especializada en contenidos editoriales offline y online sobre diseño, arquitectura, interiorismo, arte, gastronomía y estilo de vida.

Una charla con Rosa Ferré, co-directora de TBA21 en Madrid junto con Markus Reymann, una fundación internacional que defiende el poder del arte como trasformador de la sociedad y que lanza el proyecto piloto de un instituto llamado Organismo.
Kawanar es una exposición colectiva que reúne fotografías, una colección de sillas intervenidas por artistas y un cortometraje que hablan del proyecto solidario homónimo desarrollado por Foundawtion en Senegal. En _2B space to be, de Moneo Brock (Benigno Soto, 14. Madrid) hasta el 7 de diciembre.