The Sibarist

Casa Levene: Arquitectura que atraviesa el tiempo capaz de generar emociones

Casa Levene es una de las viviendas españolas más laureadas de los últimos tiempos. Con motivo de su reciente venta queremos rendir un homenaje a esta casa única y para ello entrevistamos a su creador, el arquitecto Eduardo Arroyo.

“Las obras intemporales no envejecen, aunque se deterioren, porque hay una fuerza ligada al origen de las mismas que las sostiene a través del tiempo”, sostiene el arquitecto de Casa Levene.

Una propiedad escultural en el monte Abantos en San Lorenzo de El Escorial. Portada de revistas y protagonista de series, ha aparecido en The World’s Most Extraordinary Homes de la BBC, y desde su creación ha sido elogiada por el mundo académico. Fue la primera casa de arquitectura en entrar en la familia The Sibarist, y nos ha acompañado durante todos estos años ya que simboliza nuestro ADN a la perfección. Con nosotros ha sido escenario de importantes producciones audiovisuales, como la nueva película dirigida por Paco León que se estrenará este 2022, ha circulado por numerosas editoriales de prestigiosas revistas de moda tanto nacionales como internacionales y hemos abierto sus puertas para mostrarla en varias ediciones del festival de arquitectura Open House Madrid, con visitantes procedentes de toda la geografía española que no han querido perderse la oportunidad de conocer esta joya de arquitectura.

Sin talar ni un solo árbol, la estructura se construyó in situ sobre micropilotes para que los cimientos no dañaran las raíces de los árboles ni los acuíferos. Levene fue levantada para fundirse con el entorno arbolado y que este permaneciera inalterado, tan solo reflejado en sus cristaleras, como quien mira a un igual. Compleja, inteligente, vanguardista, y sobre todo, singular. Toda una leyenda que acaba de encontrar dueño, una noticia que no nos puede hacer más ilusión, pero que seguirá formando parte de la familia The Sibarist para eventos, rodajes y sesiones de fotos.

Fotografía de Hisao Suzuki.

En ella hay mucho del espíritu inconformista y afán de superación de Eduardo Arroyo, arquitecto artífice del diseño de esta casa mítica, siendo su cliente su compañero de profesión Richard Levene. Un encargo que para el propio profesional supuso un reto que le impulsó más allá de sus propios límites, generando en él un poso de aprendizaje de valor incalculable. Casa Levene es a fin de cuentas una de esas construcciones que remueven al contemplarlas, y que a día de hoy a nadie deja indiferente, inquebrantable al paso del tiempo. Una casa que conecta con el espectador, evocadora, capaz de emocionar.

Charlamos con Eduardo Arroyo sobre la importancia de Casa Levene en la arquitectura y en su carrera, así como del rumbo a seguir por ese valeroso y trascendente arte que reformula los lugares que habitamos, y que es la arquitectura.

”La relevancia de Casa Levene reside en que está ahí presente para recordarnos a todos hasta dónde puede llegar la colaboración cliente-arquitecto-constructor cuando todos apuestan por la confianza mutua”. Eduardo Arroyo.
Fotografía de Eduardo Arroyo

-A ojos de hoy, ¿qué ha supuesto para ti diseñar Casa Levene?

EA: Las obras que empujan a los creadores más allá de sus propias capacidades son insuperables en cuanto a aprendizaje. Nos hacen vislumbrar y acceder a un tipo de maestría mágica por un espacio corto de tiempo pero que permanece siempre en la memoria. En cierta manera, nos impulsan a creer infinito en uno mismo y a vernos casi capaces de todo. La Casa Levene se apoya en el Estadio de Lasesarre, la Plaza Desierto y la Guardería de Sondika y le siguen, la Casa Zafra-Uceda, el Banco Arquia y la Universidad de Viena. Esta inercia hacedora es la que me ha permitido mantener una determinación creativa sostenida en el tiempo y alejarme de la mediocridad, con todo lo que esto conlleva de crecimiento pero también de aislamiento. 

-Si vuelves la vista al pasado, ¿qué aportó Casa Levene de innovación en su momento? 

EA: Casa Levene supuso la aparición de una manera nueva de entender el trabajo del arquitecto basada en lo inesperado más que en lo esperable, en el descubrimiento más que en la imposición, en el respeto consciente y directo a la naturaleza más que en el uso de excusas termo-sostenibles para la galería instagramera. 

-¿Por qué sigue siendo relevante Casa Levene actualmente? 

EA: Su relevancia reside en que está ahí presente para recordarnos a todos hasta dónde puede llegar la colaboración cliente-arquitecto-constructor cuando todos apuestan por la confianza mutua. Hace que cualquier cúmulo de incertidumbres se transformen en una energía poderosa de certezas compartidas. Y, como a otras tantas piezas de arquitectura a las que se les otorga un carácter mítico, su estudio docente como paradigma en universidades de todo el mundo le confiere un tipo de relevancia intemporal. 

Fotografía de Pedro de Agustín.

-¿Qué destacarías de Casa Levene? 

EA: Las obras intemporales no envejecen, aunque se deterioren, porque hay una fuerza ligada al origen de las mismas que las sostiene a través del tiempo. Al eliminar cualquier prejuicio apriorístico en su concepción, las obras se abren y miran a otra dimensión independiente de nuestro presente, atravesándolo. Es por ello que en esta vivienda cada usuario establece una relación de entendimiento, personal y única, entre el espacio y la naturaleza en que se inserta a través de su peculiar geometría. Intuyo que con los años puede llegar a cambiar de manos infinitamente sin perder ninguna de sus propiedades ni principios. 

-¿Cómo ha cambiado la arquitectura en los últimos años? 

EA: La sociedad y los poderes financieros han cancelado la confianza depositada en los arquitectos como transformadores del entorno para mejorar nuestras vidas. Ésta, les ha sido concedida a los fabricantes de negocios invisibles, aplicaciones facilitadoras y demás entornos intangibles. La arquitectura en España se ha vuelto un mero objeto de comercio y transacción, guiado por una fiscalización normativa extrema y una judicialización amenazante que domestica a los arquitectos y los aboca a una obediencia ciega. De aquí el éxito escapista de muchos profesionales hacia la decoración de interiores y sus pegatinas sin ninguna vocación de permanencia ni responsabilidad civil. La verdadera creación de arquitectura en España es muy escasa y ha de camuflarse bajo un discurso térmico-vegetal para ser justificada y certificada como si debiera pedir perdón por no ser vulgar. Podría parecer que las tablas Excel y las técnicas hidropónicas han ganado la batalla a la creación pero, no nos engañemos, esto sigue adelante. 

-Notamos un creciente interés en el cliente español por las casas de arquitectura. ¿Qué opinas? 

EA: No sabía que existían casas de no-arquitectura. Es cierto que se nota una gran demanda de reformas o construcciones de lujo, lo que no implica que haya demanda de buena arquitectura. Esto se debe al dinero extranjero llegado de países peligrosos y al dinero rápido generado desde lo ciber-invisible. Lamentablemente, ambos están en manos de personajes sin suficiente cultura crítica electiva sobre la arquitectura y acaban en manos de profesionales comerciales mediatizados. A la vez, se nota también una huida de las ciudades que demanda construcciones de economía reducida, apoyadas por el discurso sostenible y campestre que parece aplicarse sólo a la arquitectura de materiales pobres, adobe, cerámica, paneles de viruta, corcho, lana de oveja, etc. Quizás, el cliente español entiende mejor que su edificio va a consumir poca energía porque es pasivo, que tener que hacer un esfuerzo por entender la complejidad de la belleza a la que puede aspirar para vivir mejor. 

Fotografía de Hisao Suzuki.

-¿Cómo ves la arquitectura del futuro? Es decir, ¿qué será imprescindible? Y por el contrario, ¿De qué prescindiremos? 

EA: Si hablamos del entorno urbano, será imprescindible su re-naturalización, la digitalización de los sistemas de transporte, comunicaciones y gestión del agua y energía, así como el control de la calidad del aire y la temperatura de la ciudad. Pero cuando tengamos todos estos mecanismos tecnológicos en marcha, alguien se preguntará ¿Nos hemos olvidado de algo? ¿Y los edificios? ¿Quién se encargaba de ellos? Los intercambios de calor, la huella de carbono y los entornos digitales invisibles han demostrado ser incapaces de crear un nuevo paradigma de belleza ilusionante. Es por ello que ningún futuro de la arquitectura se puede vislumbrar en la termo-tecnificación actual. Las regresiones tranquilizadoras hacia un pasado simple, como contrapartida a los últimos excesos de espectacularidad y de especulación, no conducen a ninguna parte. Pienso que la próxima arquitectura nacerá de un nuevo concepto de gravedad más suelto y ambicioso y de una materialidad guiada por propiedades sensibles de mucha presencia pero que escondan sus altos rendimientos de confort de forma casi invisible. En breve, dejaremos de hablar de sostenibilidad, del carbono o de la energía como leit-motiv de la arquitectura. Creo que se van a descubrir nuevos procesos de producción para reincorporar el hormigón, el acero, el aluminio o los composites de vuelta a la arquitectura de manera que tranquilicen a los inversores demandantes de certificados de sostenibilidad, posiblemente incluso cambiando su nombre. Renunciar al descubrimiento de sus propiedades infinitas en increíbles obras maestras que nos han costado siglos y billones en investigación supondría asumir una vuelta a una edad media adobada, maderosa y alfarera. 

-Cuéntanos proyectos de referencia que te hayan servido de inspiración, tanto en el pasado como en el presente. También nos gustaría saber proyectos arquitectónicos que actualmente consideres que estén en el camino de esa arquitectura del futuro por la que te preguntaba antes. 

EA: Siempre he pensado que la buena y verdadera arquitectura es independiente del estilo y esto me permite colocar en el mismo paquete celestial a la Filarmónica de Scharoun, el Kunsthall de Koolhaas, el Casino de Niemeyer o San Carlino de Borromini. Veo las bases de la arquitectura que vendrá en ráfagas de obras de Xaveer de Geyter, de Junya Ishigami o de Muoto. Arquitectura esencial que huye de la simpleza expeditiva. Obras con información visual antigravitatoria sofisticada y un uso de materiales de carácter perceptivo en modos peculiares y avanzados. Creo que pronto volveremos a disfrutar de objetos que ocultan su potencia bajo formas que aparentemente no tienen vocación de serlo. Y, todos esos modelos sostenibles, energéticos y comerciales que nos inundan, sin ningún mensaje salvo sí mismos, pasarán a mejor vida. 

Fotografía de Hisao Suzuki.

-En términos de sostenibilidad, ya sabemos que la arquitectura puede ser más o menos perjudicial para la naturaleza pero, ¿crees que la arquitectura puede incidir en la salud de las personas? ¿Cómo? 

EA: Me parece fundamental para avanzar y salir de esta gran trampa el no volver a usar nunca el término sostenibilidad. La salud de las personas poco tiene que ver con ese palabro. La buena arquitectura ya incorpora una componente científica que sostiene el margen de confort térmico de uso óptimo para cada clima y la utilización de los materiales necesarios para su mejor desarrollo. La parte más sofisticada y difícil, y por ello más ausente, es la que incide en la parte anímica de nuestra salud y a la que se presta menor atención. Pensar los edificios para un bienestar emocional o espiritual conlleva más riesgos y trabajo adicional pero es lo que pone realmente al hombre en contacto íntimo e intenso con su entorno, con los otros y con el mundo que le rodea. La arquitectura es la que configura y protege ese entorno de relación humano, más allá de si el universo se está expandiendo o enfriando. Por otro lado, la tranquilidad racional que genera el saber que la madera del suelo viene de un bosque nórdico certificado o que la cerámica del baño se fabrica en el pueblo de al lado mediante economía circular, sólo dura un rato como sentimiento de tranquilidad moral. Pero a la larga, nuestra conciencia ávida solicita más: alcanzar un estado propio localizado entre el confort íntimo y la paz mental, algo así como un “estar bien” en el mundo en el que sobran las palabras y las coartadas infalibles. 

-¿En qué estás trabajando ahora? ¿Tienes algún proyecto en mente o en el que estés trabajando que creas que va enfocado a la arquitectura del futuro? 

EA: Trabajo en devolver a nuestra profesión algo de la dignidad perdida, que ya es bastante como futuro. Me interesan mucho los nuevos usos en edificios deportivos como objetos colectivos para compartir un entorno de salud, por sus infinitas posibilidades espaciales y porque todavía no son objetos inmobiliarios especulativos. También estoy involucrado en la generación de una idea utópica de ciudad que permita tener una imagen espacial que nos emocione y anime a volver a estar juntos y compartir. Por otro lado intento, sin mucho éxito, que ni los financieros ni los project-managers definan los edificios previamente, y ayudar pedagógicamente a que los abogados y constructores accedan a un poco de la excelencia que aporta la arquitectura a nuestras vidas, lo cierto es que también sin mucho éxito. En general, me impregna una energía extraña en busca de una manera de hacer arquitectura en la que las tablas Excel desparezcan y los certificados energéticos y de buena conducta se extingan en algún archivo ignoto del contubernio infernal normativo-especulativo.

-¿Crees que hay algo importante que quieras contarme y que no te haya preguntado? 

EA: No me has preguntado por qué el arquitecto, siendo el que diseña, piensa y dirige, se ha convertido en el eslabón más débil de la cadena cuando se construye un edificio y el que menos dinero gana siendo el que va a la cárcel. Tampoco me has preguntado por qué los estudios universitarios de Arquitectura para construir nuestro mundo tangible están abandonados y en decadencia y los de Matemática Algorítmica aplicada a lo invisible suben como la espuma. Esta última es la pregunta del millón.

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