Casas de indiano: joyas únicas con más valor que nunca
La cordillera cantábrica guarda tesoros históricos y artísticos únicos. Uno de ellos viene en forma inmobiliaria y está al alcance de quien sepa valorar la excepcionalidad de las conocidas como casas de indianos (o casas indianas).
El norte de España tiene condiciones privilegiadas para ser un paraíso del descanso: naturaleza, enclaves únicos, buena gastronomía y… buen clima. Porque las temperaturas más bajas que en otras costas, e incluso la tradicional lluvia que hasta hace unos años a algunas personas les parecía una desventaja, comienzan a verse ahora como un factor positivo a tener en cuenta ante el calentamiento global.
Se trata de las residencias que los emigrantes de Galicia, Asturias y Cantabria principalmente (también encontramos algunas en País Vasco, Canarias o Cataluña) levantaron en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX cuando regresaron a sus tierras “después de realizar las Américas”. En estos años, aproximadamente 60 millones de europeos viajaron a América del Sur con el objetivo de hacer fortuna en una tierra en pleno desarrollo que demandaba mucha mano de obra. Los principales destinos para los españoles eran aquellos lugares donde se hablaba español: Cuba, México y Argentina.
La mayoría volvió con pocos cambios respecto a su situación financiera, otros muchos se quedaron a vivir aquellas tierras y una afortunada minoría volvió a su localidad española de origen después de haber conseguido una buena fortuna. Necesitaban sacar pecho de ello y construir una imponente casa en su pueblo de origen era la mejor forma de demostrarlo.
Una arquitectura ecléctica y única
Los historiadores se resisten a hablar de un estilo arquitectónico indiano, porque la tipología es casi tan numerosa como las casas existentes. Cada propietario daba rienda a su imaginación inspirándose en elementos propios del lugar donde hubiera residido en América, pero también de elementos burgueses del norte de España, o de otros elementos asociados al lujo burgués: como las buhardillas, miradores o molduras de estilo afrancesado, el referente del lujo europeo en aquellos momentos.
Es por eso que cada casa de indiano es distinta, algunos incluso excéntricas, pero todas con un encanto especial. Lo cierto es que hay elementos que se repiten con frecuencia:
- Suelen estar construidas a las afueras de la localidad de origen del propietario, planteadas más como casa de descanso, cerca de sus paisanos, pero con la suficiente intimidad.
- Suelen tener dos o tres plantas. También son frecuentes los sótanos, las buhardillas o las torres que hacen de mirador mirando al mar. Los sótanos se emplean como almacén de todos los enseres, víveres y maderas traídas del otro lado del océano, así como de despensa. Las vistas hacia el mar, son una forma de recordar la vida en las Américas y el océano que les separa.
- Son frecuentes los jardines frondosos, con plantas exóticas de semillas traídas de América así como palmeras.
- Las fachadas principales son el gran foco de detalle, donde se muestra todo el poderío con el uso de galerías acristaladas, pilares, arcos y decoraciones escultóricas varias.
- En el salón de la casa, o en las galerías, era habitual encontrar frescos con motivos exóticos de la fauna y flora de los países que han dejado atrás, aunque por desgracia han llegado pocos.
- Una escalera central realizada con madera de calidad y normalmente con buena iluminación o lucernario superior.
- Buena carpintería, suelos hidráulicos y distintas chimeneas en la casa.
Y por último, quizá lo más llamativo, los colores, inspirados en los vistos en América, y en el fondo una reminiscencia española, porque no olvidemos que los primeros colonos que implementaron una nueva forma de construir en los territorios conquistados tenían procedencia andaluza y extremeña. Algunas de estas casas presentan curiosas tonalidades como celestes, amarillos o rosas. Pero también lo cierto es que otras muchas dejan la decoración a los elementos de piedra o galerías que se decoran con mimo propio de orfebrería.
Casas pensadas para durar
Aunque las herencias y la falta de protección de la primera mitad del siglo XX hacia estas casas hayan hecho que muchas se hayan perdido o modificado en exceso, lo cierto es que las que nos han llegado lo han hecho con un alto índice de conservación. Esto se debe a que como hemos explicado el promotor indiano quería construir bien, con calidad y sin escatimar. Eran casas pensadas para durar y para convertirse en un emblema de la familia. Después, según si el arquitecto que firmara el proyecto era más o menos conocido, o el capital del promotor mayor o menos, los acabados y fachada serán más o menos ricos.
Los cimientos, son de alta calidad y se elevan muchas veces sobre el terreno para salvaguardar de la humedad. Para las esquinas, dinteles y jambas se utilizan muchas veces sillares de piedra, y el empleo del hierro o madera de calidad es habitual en ventanas, balcones y galerías, como esta maravillosa casa que vendemos en Cantabria. En este caso, se empleó la madera de pino tea, tanto en las ventanas, como en los suelos, hoy en perfecto estado de mantenimiento, pero que reflejan la pátina del paso del tiempo.
Por eso, debido al uso de materiales de calidad, es frecuente que con una reforma de actualización de instalaciones quede una propiedad imponente destinada a perdurar muchos siglos más. En el caso de la casona cántabra de La Cavada que os hemos mostrado en distintas imágenes de este artículo. En 2010 se sometió a una reforma integral en cubierta, fontanería, electricidad y caldera. La cocina y los baños fueron restaurados manteniendo su estilo original. El suelo de madera de pino melis y mármol originales, junto con las ventanas y puertas de carpintería original, reflejan la calidad y cuidado histórico de la propiedad.
En 2013, además, se añadió un pabellón multifuncional en el ala norte del jardín, diseñado por el arquitecto Jacobo García-Germán, que lo integró a la perfección con la arquitectura indiana.
El jardín: exotismo y regalo al municipio
Los indianos compraban grandes fincas para levantar sus viviendas, lo que les permitiría desarrollar imponentes jardines, de uso particular e incluso a veces con una parte pensada como regalo a modo de “pequeño oasis botánico” a su pueblo de origen.
El estilo ecléctico también se manifiesta en los jardines, con influencias del jardín inglés, más libre, o del francés, con geometrías más marcadas, pero a la vez con espacios para la frondosidad propia de la selva americana. Hay especies venidas de América que consiguen aclimatarse de forma excelente al clima cántabro, quedando ya como patrimonio de este litoral. Así por ejemplo: el magnolio, el ciprés americano, la hortensia o las palmeras.
En este otro palacete indiano, ya vendido, conocido como “Las Magnolias”, se plasma de forma especial el valor concedido al jardín. Se encuentra en la localidad de Mazcuerras, en la costa Occidental de Cantabria, a apenas 45 km. de Santander. Con una superficie de espacio verde escriturado, que son 13.783 m2 reales, el jardín de Las Magnolias fue un referente en la época. Recuperado en 1975 por el prestigioso paisajista internacional Isaac Escalante, se conservan todavía jaulas inmensas de pájaros, un estanque con surtidores o y hasta una cueva. Las altas tapias alternan sabiamente pantallas vegetales como veladuras, para conseguir la intimidad de la propiedad, y disfrutar a la vez del atardecer con las vistas del Monte Corona.
Un vergel ajeno al paso del tiempo que enamoró a la propia Josefina Aldecoa, escritora que convirtió esta casa en un lugar de encuentro y tertulias. Así lo describe: “Ha sido para mí el silencio, la quietud y la meditación, que me han ofrecido tanto estas altas tapias, como el cobijo de mis árboles, silencio que por suerte se ha visto interrumpido por el sonido de los niños jugando y los pájaros y por otros sonidos que me han llenado de paz y tranquilidad. Un paraíso”.