Juan Herreros, la nobleza de la sencillez
Iconos The Sibarist
Se soñó y se hizo. En una entrevista a Juan Herreros (San Lorenzo de El Escorial), el arquitecto aseguraba que el único punto de vista de la innovación que le interesaba era aquel que tenía más que ver con darle una vuelta de tuerca a los conceptos establecidos, y no tanto la fascinación por las nuevas tecnologías.
“Por ejemplo: ¿hasta qué punto somos capaces de simplificar un mundo complejo?¿Cómo podemos hacer que la arquitectura pueda llegar a más personas?¿ Por qué nos seguimos aferrando de manera desesperada a verdades aparentemente inamovibles pero que en la práctica han quedado en nada? En el caso del edificio del Museo de Munch, este evita la espectacularidad más convencional, mediante una figura geométrica sencilla y reconocible”, se cuestionaba Herreros, como si tratara de despertar las mentes de sus alumnos sobre la tarima de la Universidad de Columbia, en Nueva York. “Ahora ya es difícil ser novedoso buscando el llamado efecto ¡guau!. Esa silueta, sin embargo, lo logra porque quedará asociada a la ciudad de Oslo”.
Para Herreros la espectacularidad de la arquitectura se encuentra en el carácter neutral de esta, que no eclipsa el paisaje, o en el caso de un museo, en la obra del artista que alberga.
Durante su itinerante y exuberante trayectoria profesional, Herreros ha dejado claro esta tendencia a la revisión constante de las bases que asientan el mundo, así como de su habilidad para liberarse de lastres para alcanzar la brillantez.
Tiene el título de International Fellowship del Royal Institute of British Architects; ha recibido el premio Architectural Digest de Arquitectura, la Medalla de las Artes de la ciudad de San Lorenzo de El Escorial, y tiene una nominación para la Medalla de Arquitectura de la Academia de las Artes y las Letras de USA, entre otras muchas distinciones.
Un arquitecto, que al igual que construye un centro de congresos en Bogotá, espacios públicos en Panamá, o levanta una manzana en Casablanca, erige en Oslo el museo Munch, la pieza estrella de su estudio Herreros.
Herreros define la arquitectura como la exploración de cómo queremos vivir. Un camino que debe atravesar la singularidad para ser relevante en el mundo. “Hoy en día, un arquitecto tiene que ser más un instrumento de diálogo, de análisis incluso, en la formación de cosas”, comenta de su profesión. “Debe ser algo más que sencillamente un diseñador de edificios”. A continuación, en The Sibarist repasamos tres de nuestras construcciones favoritas de este icono de la arquitectura española contemporánea, tanto a nivel nacional como internacional, y que definen a la perfección el hilo conductor de su obra: Casa Garoza, el Museo Munch de Oslo y la casa Pepe Cobo.
Casa Garoza
La admiración de la ciudad sobre la naturaleza. La casa Garoza, situada en Ávila, se sostiene sobre ideales que miran hacia la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente, sin embargo, no se concibe como un refugio para escapar de la ciudad sino como un fragmento de la casa cotidiana desplazado al campo.
“Por ejemplo: ¿hasta qué punto somos capaces de simplificar un mundo complejo?¿Cómo podemos hacer que la arquitectura pueda llegar a más personas?¿ Por qué nos seguimos aferrando de manera desesperada a verdades aparentemente inamovibles pero que en la práctica han quedado en nada?”
Su estructura metálica, de marcados aires industriales, se fabricó en un taller y después se transportó para instalarse en una sola jornada. Durante la construcción, únicamente se colocó la última capa de la fachada in situ, logrando de este modo integrarse en el paisaje sin dañar ni un ápice su entorno de grandes rocas graníticas.
En esta línea, la casa se posa con ligereza sobre el terreno. De hecho, apenas lo toca salvo unos pocos pies metálicos que no precisan cimentación al apoyarse en el granito original.
Este concepto que aspira a la inalterabilidad se lleva al extremo al concebir esta construcción mínima como un prototipo de vivienda industrializada autónoma energéticamente. Por ello, fue finalista de la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, seleccionada para los Premios FAD y los Premios Mies Van der Rohe de Arquitectura Contemporánea Europea, y finalmente, galardonada con el Premio Construmat a la Innovación Tecnológica en 2011 y premiada con un AR House Award 2012. Lo que convierte a este proyecto en un referente de vivienda industrializada de carácter modular.
La casa convive humildemente con el silencio, el clima y la presencia de los animales queriendo ser ella misma pieza de la gran conversación del paso de las estaciones. Una construcción alzada hacia la integración con el paisaje, junto al que logra mimetizarse como si se tratara de un gesto de aprecio contemporáneo hacia la naturaleza.
Museo Munch
Un imponente volumen vertical recubierto de una ondulante piel de aluminio perforado se alza como un mirador sobre el fiordo levemente inclinado sobre las frías aguas que rodearon lo que fue en su momento el área portuaria de Oslo.
Se trata del Museo Munch, proyectado por estudio Herreros, un edificio que forma parte del patrimonio fundamental de la historia y el carácter de la cultura noruega. “Nos encontramos ante una oportunidad única para desarrollar un concepto contemporáneo de museo nutrido de un trascendental rol urbano y una responsabilidad histórica como elemento cohesivo de la comunidad no solo de Oslo sino de toda la nación”.
Su recorrido ascendente, conecta el vestíbulo, donde se aloja el concebido como espacio público para usos lúdicos, comerciales, culturales y de restauración, con la terraza de la cubierta, ofreciendo en paralelo el descubrimiento de la obra de Edvard Munch y los diferentes estratos históricos de la ciudad de Oslo. Este gesto de concebir el sistema de comunicaciones como un mirador ascendente es la esencia del carácter heterodoxo que supone desarrollar un museo en vertical.
“Nos encontramos ante una oportunidad única para desarrollar un concepto contemporáneo de museo nutrido de un trascendental rol urbano y una responsabilidad histórica como elemento cohesivo de la comunidad no solo de Oslo sino de toda la nación”.
Pero hay más. El edificio responde a la exigente implicación en los aspectos energéticos y de sensibilidad medioambiental que demanda el público noruego. Se debe a que sus instalaciones operan bajo el concepto Passivhaus, fundamentado en aspiraciones como la ligereza, la sostenibilidad, la reciclabilidad y el mantenimiento.
Casa Pepe Cobo
Sobre un pequeño altozano rocoso existe un observatorio natural privilegiado, sobre todo al ocaso, desde donde pueden contemplarse unas espectaculares vistas al valle y las montañas del pueblo de Artá, en Mallorca. Fue el lugar elegido para edificar la Casa Pepe Cobo en 2009 por encargo del propio artista.
Desde allí arriba, uno comprende porque para que se dé una gran idea, antes ha debido de haber otras para que el pensamiento quede predispuesto a que nazca. La Casa Pepe Cobo es un ejercicio de arquitectura sin el cual, el anterior proyecto de Oslo no habría sido posible, ya que asentó sus bases ontológicas.
El proyecto consistió en la adaptación de la forma de uso tradicional de un refugio de pastores al de vivienda mínima contemporánea. Para ello, la pequeña construcción está ideada para aprovechar las luces del norte y del sur. El resultado de esta aplicación actual de la sabiduría local, es una propuesta de gran sensibilidad medioambiental e integración en un paisaje, debido a que se encuentra pintada del color del envés de las hojas de las encinas y los olivos.
El esquema reproduce además simétricamente el volumen original con el objetivo de mantener sus condiciones tipológicas y de funcionamiento técnico tradicional. Las fachadas, construidas con sistemas en seco, fomentan un diálogo medido y voluntario con el clima local.
Las acciones rutinarias intrínsecas en la rutina de una casa como iluminar el caminar, dejar que entre el aire para ventilar o descorrer la cortina para que pase la luz del sol, son en esta construcción operaciones diferenciadas en dos familias de huecos y portones. Esto dota a la construcción de un carácter ambiguo y enigmático.
En el interior la tradición deja su huella al dividirse en el esquema primitivo de tres estancias, y que antaño una servía para los animales, otra para los pastores y la última para el forraje. La sencillez lo invade todo por dentro y por fuera. Cada estancia cuenta con un único gran objeto, ya sea la mesa, el sofá, el escritorio, la cama o la isla de la cocina, que la define y que se replica en el exterior, dando lugar a una segunda vivienda al aire libre.